En un período crítico como la infancia, Manuel tuvo que vivir resignado al trabajo de sol a sol, sin tiempo ni condiciones para sentirse niño alguna vez.
Ante un mundo adverso e indiferente que le mostraba su peor cara, recordar los consejos de su padre y su madre le ayudaron a sobreponerse por encima de todos los obstáculos.
Las palabras de su progenitor mucho le ayudaron a forjarse a sí mismo como un joven de bien y andar por el camino correcto, con firmeza y buenos valores.
Nadie nunca le había regalado nada.
Tenía 16 años cuando por primera vez en su vida recibía algo de alguien.
Cuenta, que estando junto a otros niños en un orfanatorio de Pastor de Bella Vista en Santiago, un hombre que visitaba el play de beisbol, con voz de mando se acercó al terreno y les pidió a todos ponerse en formación.
“Hagan una fila aquí”; dijo aquel desconocido que lucía un aspecto de joven entrenador.
Era nada menos que el ex jardinero dominicano de Grandes Ligas, Manuel (Manny) Mota, quien le entregó su primer regalo; una pelota de béisbol.
Esta simple acción de generosidad marcó para siempre la vida de aquel niño que hoy, casi cincuenta años después todavía es incapaz de contar su historia sin hundirse en un mar de lágrimas y recuerdos.
Manuel miraba sorprendido cómo los demás amiguitos brincaban y saltaban de felicidad por aquellos regalos recibidos.
Él mismo no podía creer que alguien sin conocerle se haya preocupado en sacar tiempo y dinero para ir hasta ese lejano lugar y ponerle un regalo en sus manos. Tenía casi 17 años y nadie nunca le había dado nada.
Su emoción fue tanta y su impacto tan grande, que pensó que algún día el también podía hacer lo mismo por otros.
“!Cuando yo sea grande yo tengo que hacer esto!”, pensó.
“!Cuando yo sea grande voy a darle muchos regalos a los niños para verlos felices así como estoy yo ahora!”.
“El gesto de desprendimiento de aquel beisbolista fue la chispa que encendió en mi corazón querer hacer lo mismo con los niños desvalidos que no tienen ningún apoyo y que no reciben nada de nadie”.